Uno de los conceptos más utilizados en tectónica y geología estructural es el de los eventos tectónicos, concepto que está muy popularizado debido a que explica dinámicamente la generación de estructuras tectónicas en la corteza terrestre. El problema principal con los eventos tectónicos es el uso que se les da, interpretar un número mayor de ellos suele ser tomado como la mejor forma de explicar la existencia de un conjunto estructuras tectónicas de una o más direcciones. Cuando en realidad en la mayoría de las ocasiones pueden no existir suficientes microestructuras para definir uno o más estados de paleoesfuerzos. Esto puede ser más problemático aun porque en los trabajos de campo no se suele tener en cuenta que muchas de las geometrías actuales que se ven en las estructuras tectónicas bien han sido trasladadas, rotadas o hasta reactivadas. Con tales complejidades en terreno, las mediciones recogidas en los «datums de falla» deberían ser integradas de forma poblacional con el fin de establecer tendencias en el cálculo de las orientaciones (trend y plunge) de la compresión máxima.
Los eventos tectónicos son periodos en los que se produce una deformación particular a partir de grandes fuerzas ocurridas en la corteza. En la actualidad se les podría asociar con las fuerzas responsables de los grandes sismos que ocurren cerca de los límites de las placas tectónicas. Por ejemplo, es común vincularlos a las deformaciones reportadas en la placa cabalgante (Placa Sudamericana) y dorsal de Nazca de los Andes desde los tiempos del Jurásico tardío (~160 millones de años), así como durante el tiempo en el que ocurrió la construcción moderna de los Andes desde el Eoceno hasta el Cuaternario. Mientras que desde el lente de la geología estructural se les entiende más en términos de una deformación puntual. Simplificando a un evento tectónico como un estado de la deformación en el que dominan paleoesfuerzos (P. Ej. una compresión máxima y mínima, sigma 1 y 3 respectivamente) que actúan sobre zonas de cizalla de primer orden junto con otras estructuras tectónicas secundaras tal como se observa en el modelo de Riedel u otros propuestos por Waldron (2005).
Es posible determinar eventos tectónicos mediante un análisis estructural con un enfoque puramente tectónico apoyado por la cartografía geológica. Esto se logra midiendo microestructuras o «datums de falla», cartografiando discordancias angulares o progresivas, conociendo la geocronología entre limites estratigráficos, etc. En el caso particular de la medición de datums de falla es recomendable enfocarse en la más estricta medición. Es decir, medir tales datos estructurales sin ningún tipo de sesgo o apego a algún modelo es crucial para el posterior procesamiento e interpretación. Los datos deben tomarse tal como son: rumbos, buzamientos, cabeceos y cinemáticas principales/secundarias establecidas adecuadamente desde terreno. La única posibilidad de tener más de un evento tectónico es que si en efecto, se logra observar que un conjunto de microestructuras se sobreimponen a otras; sin embargo, las evidencias físicas de una reactivación no siempre están disponibles en los afloramientos.
En la siguiente imagen se muestra un conjunto de estructuras tectónicas a las que se les ha medido sus datums de falla, y en las que dinámicamente se comprueba que pertenecen a un mismo evento tectónico:

La imagen anterior muestra que en cada una de las 10 estaciones microestructurales se ha calculado diferentes, pero parecidas, direcciones de compresión máxima gracias a Faultkin. Esto a primera vista podría indicar que se formaron en distintos eventos tectónicos, pero al integrar las 85 mediciones en una sola ciclográfica se nota que son compatibles entre sí. Dicho de otra manera, la compatibilidad tectónica que existe para este conjunto microestructural arroja una tendencia promedio en la compresión máxima de trend 161.2º y plunge 18.0º para un tiempo particular. Este resultado indica una deformación dominada por movimientos de desgarre y otros compresivos para un único régimen tectónico transpresional.
En sí, en la historia geológica de un área de estudio se podría inferir la ocurrencia de más de un evento tectónico, pero es común que ello no siempre sea posible por falta de evidencias. Desde ya se puede afirmar que al tratar de interpretar eventos tectónicos prima la frase de «menos es más». Especialmente porque si la falta de estructuras tectónicas, microestructuras o la inexistencia de una buena cartografía no lo permiten, entonces es mejor poner límites a la interpretación. Sobreinterpretar eventos tectónicos no hace mejor un análisis estructural, y esto debería comprenderse no solo desde los estudios de afloramientos sino también a otras escalas, de, por ejemplo, testigos de perforación en los que es común interpretar tantas compresiones máximas como direcciones de vetillas o fracturas. Por lo que comprobar la compatibilidad tectónica entre microestructuras en distintos afloramientos o a lo largo de una misma falla es imprescindible si se desea conocer la evolución tectónica de una región.
De hecho, el debate es amplio y es muy probable que sea necesario más de una publicación de este tipo para seguir brindando luces sobre el tema. Por lo que espero que con estas breves ideas haya ayudado a entender un poco mejor sobre la importancia de no sobreinterpretar el número de eventos tectónicos.