Siempre ha existido el debate sobre si la cartografía geológica se trabaja mejor empleando métodos clásicos o con el apoyo de las nuevas tecnologías. Las discusiones más dogmáticas suelen centrarse en que las nuevas tecnologías no podrían reemplazar a las funciones del ser humano: una herramienta o inteligencia artificial jamás podrían aplicar los principios geológicos necesarios para la confección de una adecuada cartografía. Vale la pena decir que dicho argumento tiene un fallo. Y es el de suponer que la tecnología nos hará el favor de describir e interpretar información geológica con el mismo esfuerzo e inteligencia propios de cada geólogo. Reconocer un tipo de roca, hacer determinaciones estratigráficas o estructurales son tareas que las nuevas tecnologías tal como la conocemos no han logrado hacer. Pero sí es importante reconocerles que sirven más como herramientas que facilitan las labores de captura, procesamiento y probablemente la interpretación de datos. En esta publicación hablaré sobre cómo los métodos clásicos de la vieja escuela son el eje fundamental de toda cartografía geológica hasta la actualidad, e igualmente explico las razones por las que defiendo el uso de las nuevas tecnologías. Cabe resaltar que esta publicación no intenta ser una revisión dura basada en investigaciones previas, sino más bien es una opinión proveniente desde la experiencia personal. Al finalizar esta lectura, el lector podrá tomar sus propias conclusiones, teniendo en cuenta que en la confección de una cartografía geológica no existen caminos absolutos, y que siempre existe más de una forma de hacer una buena geología en terreno.

“La geología de vieja escuela”, es un término popular y no formal que hace referencia a los métodos clásicos que emplean los geólogos para la confección de cartografía geológica. Este término está más vinculado con los trabajos de campo en los que el levantamiento de información geológica se hace prescindiendo de herramientas digitales como tablets, celulares, o rugged-tablets. Si bien es posible que en estos trabajos se emplee aparatos GPS para posicionamiento, la mayor parte de las evidencias geológicas se capturan y almacenan empleando martillos, brújulas, cintas de medir, libretas de campo y mapas topográficos en papel. En este tipo de trabajos las descripciones y mediciones son plasmadas directamente sobre la topografía para así obtener un mapa geológico que se colorea de forma estándar según las edades de unidades estratigráficas; o según códigos de color particulares para cada tipo de roca.

Al estar en contacto directo con los mapas, sketches de afloramientos y secciones, el geólogo se ve más obligado a entender, por ejemplo, las disposiciones espaciales de las geometrías estratigráficas y estructurales. La habilidad del geólogo de posicionarse/orientarse con precisión en campo o dibujar con coherencia estratos o fallas sobre curvas de nivel topográficas se ven grandemente potenciadas y bien aprendidas en el primer o hasta el segundo año de mapeo. Es recién en este contacto cercano con la geología tridimensional de campo que se pueden entender a cabalidad a la regla de las “V” en geomorfología, cómo levantar columnas estratigráficas en trabajos sedimentológicos o establecer zonas de deformación sobre el papel. El conocimiento universitario es complementado con creces por esta experiencia de terreno, lo que prepara al geólogo para su desenvolvimiento sin problemas en cualquier escenario.

La siguiente imagen muestra un extracto de una cartografía geológica hecha a la “vieja escuela”:

Geologia 3D -cartografia geologica vieja escuela o nuevas tecnologias- 1
Ejemplo de cartografía geológica hecha en papel en la que se han plasmado algunos colores en representación de unidades estratigráficas del Cretácico, datos estructurales en estratos, ejes de pliegues recumbentes y fallas inversas sobre un mapa topográfico.

Por otro lado, las cada vez más crecientes nuevas tecnologías comprenden un abanico de herramientas digitales que pueden estar programadas para tareas geológicas.

Estas herramientas corresponden a celulares, tablets o computadoras (rugged-tablets), las cuales únicamente sirven para captura y almacenamiento de información. Su ventaja respecto a los métodos clásicos es que permiten levantar información mucho más rápido y de forma más ordenada debido a que su programación está asociada a bases de datos. También permiten un posicionamiento más agilizado y preciso respecto a aparatos GPS convencionales, y ya que pueden ser multitarea, permiten trabajar con varias capas de información (P. Ej. imágenes satelitales, registros geofísicos, etc.). Gracias a estos aparatos la portabilidad de la información hacia una base central se hace casi en tiempo real.

Sin embargo, hay que notar una particularidad en el empleo de las nuevas tecnologías, y es que ellas no reemplazan al conocimiento ni a la experiencia del geólogo. Al igual que en los métodos clásicos el geólogo se verá obligado a saber plasmar su información, aunque en este caso pasando a un nuevo medio, el cual ahora es digital. Es muy común que al no comprender los fenómenos geológicos de la naturaleza se inserten datos incoherentes en las aplicaciones de mapeo. Las herramientas no son capaces de juzgar la calidad de los datos, siempre dicha calidad está siendo validada por alguien de experiencia que sabe cómo identificar, medir e interpretar la información. Es comprensible entonces que si se cuenta con el suficiente conocimiento y experiencia el empleo de nuevas tecnologías es una cuestión de nuevo aprendizaje en la forma de trabajo convencional.

Así, se entiende que el problema no son las nuevas tecnologías, el problema real radica en utilizarlas a “ojos cerrados”  sin saber qué se está mapeando, sin saber reconocer los tipos de rocas o formaciones geológicas, o sin tener claras las nociones sobre cómo identificar el tipo/cinemática de fallas, alteraciones, etc.

Se comprende que los mayores activos que un geólogo tiene son su conocimiento y experiencia.  En este punto es claro que el geólogo que posea tales activos puede desenvolverse exitosamente con o sin el apoyo de las nuevas tecnologías, y al final de un proyecto hará una buena interpretación, modelo, etc. Pero ello no sucede al revés, un geólogo que solo cuenta con experiencia en las nuevas tecnologías no sabrá reconocer, medir o interpretar datos, en el sentido de que las varias herramientas digitales que utilice se convertirán en “cajas negras”. Esto último puede resultar preocupante en todo proyecto ya que el abuso de las tecnologías puede comprometer la calidad parcial o completa de la información. Es posible concluir que la vieja escuela en geología y las nuevas tecnologías no son incompatibles. Realmente llegan a complementarse bien, siempre y cuando sepan conducirse desde el timón del conocimiento y la experiencia sin sesgos u argumentos dogmáticos. Finalmente, para quienes están muy involucrados con la tecnología es bueno recordarles lo concluido hasta ahora agregando que “viejo no es sinónimo de malo, ni lo nuevo es garantía de bueno”.